La pielUna vez estaba en EEUU comprando humectante en Clinique. En el curso de la conversación, salió que yo vivo en China. La vendedora empezó a lamentarse que en EEUU no venden las cremas blanqueadoras que se venden en Asia. Ella era una catira con ojos azules. Me pregunto si hubiese mostrado igual entusiasmo por las blanqueadoras si fuese morena. Probablemente las hubiese considerado un insulto.
En China se aprecia mucho una tez blanca. Las mujeres usan sombreros, pañoletas, sombrillas y guantes hasta el codo contra el sol. Aquí donde yo vivo no hay playa, pero no me sorprendería que allá también estén enguantadas y ensombreradas. Las únicas bronceadas son las pobres y las campesinas. Nada más ver a las chinas escondiéndose del sol recuerdo el aceite de bebé con canela que me eché fielmente por tantos años.
El cabello
Como regalo de navidad fuí a la peluquería a hacerme la permanente y alisarme el cabello. El mío no es liso, ni rizado, sino todo lo contrario, y me saca de quicio su falta de cooperación así que cuando la peluquera me ofreció alisármelo, seguramente cansada de peinarme con secador cada semana, dije que sí. Me quedo muy bien, y también le quedó linda la permanente a la señora china que estaba a mi lado. Para ella, curlitos. Fue casi como si nos hicieran un intercambio de melena, el de ella para mí y el mío para ella.
Por cierto que mi ayee (la señora que me limpia) me acaba de ofrecer nueces pues ella dice que son buenas para el cabello.
La figuraEl gimnasio donde yo voy es en el hotel Sheraton. Es bastante caro, en comparación con los demás de la ciudad, y por lo tanto es deliciosamente exclusivo y tranquilo. Yo alterno los días entre las máquinas cardiovasculares y las pesas. Los días que me toca cardio, tengo una rutina de intervalos super intensa y después, como premio, bajo al cambiador en el primer piso a relajarme en el spa.
Las asiáticas que suben al gimnasio son todas raquíticas y exageradas. Pasan hora y pico en la caminadora. Después hacen yoga increíblemente anudada por minuto y medio. Esas son como cuatro. Las demás, ni se molestan en subir al segundo piso. Se quedan en el spa donde tenemos sauna, sala de vapor, jacuzzi y estilistas indonesas que ofrecen todo tipo de masajes y tratamientos de belleza. No es que las culpo porque el spa es divino, pero me asombro que ni se les ocurre hacer ejercicio. Será que se fajan cuando yo no estoy.
Lo interesante es que los chinos en general hacen mucho ejercicio. En las mañanas cuando voy al colegio siempre veo gente haciendo tai chi, bailando, estirándose, caminando, jugando badminton. Casi nadie trota. También veo a gente paseando a sus pájaros en jaulas. En las noches es lo mismo, y en cualquier plaza alguien monta su casetera y ¡zas!, salón de baile con cátedra de danza. El que dijo que los chinos no saben bailar, no ha pasado una tarde en una plaza de aquí.
El pesoEl metabolismo chino les permite a las chinas ser flacas toda la vida. No sé como hacen las chinas más rellenas, y sí existen ahora que en China hay prosperidad y MacDonald´s, para comprar ropa. Yo a veces consigo una talla que me queda en las tiendas y normalmente está en rebaja pues nadie la quiere. En una tienda para turistas tenían camisas talla XXL, XXXL, XXXXL, y 5XL. Traducción: S, M, L, y XL. Eso sí fue insulto. La tienda quebró.
Cada vez que regreso a New Hampshire, al norte de los EEUU, me sorprendo con la cantidad de gente obesa. ¡Cómo comen! ¡Las porciones en los restaurantes! ¡La cantidad de comida en el automercado! Como dirían los gringos mismos, Holy cow! (¡Santas vacas!) Eso sí, en Miami, todo el mundo es flaco y cuidado. ¿Será la cultura latina o será el calorón? Yo diría que por el calor no como en Miami, pero mentira, si llego con la boca hecha agua, soñando con comer comida venezolana después de mis 10 meses en exilio.
La belleza¿Quién decide quién es bella y quién no? Hay científicos que dicen haber demonstrado que el ser humano tiene nociones innatas de belleza y tienen resultados de investigaciones con bebés de seis, nueve, doce meses para corroborarlo. Les muestran a esos bebés fotos de diferentes personas, y los bebés se quedan mirando por más tiempo a las fotos de las bellas que a las fotos de las feas.
A mi hija yo la veo bella. Mi familia a mí me ve bella, y hay d
ías en que estoy de acuerdo.